sábado, 9 de febrero de 2013

La muerte


Siempre evité pensar en la muerte. En realidad, empecé a evitarlo desde el momento en que me sumí en la certeza de la nada, del letargo más irretroactivo y la inconsciencia más absoluta, de tal manera que se activaba un resorte en mi organismo cada vez que pensaba en la muerte, el resorte de la ansiedad y de la angustia. Mi mente empezaba a dar vueltas en busca del sentido de la vida y de si esto estaba reñido con lo finito de la existencia. Haciendo un resumen esquemático:

Pensamientos sobre la muerte → angustia → evitación

Un cierto día me hundí en una enfermedad somática, rocé con la punta de los dedos un tipo de muerte de la que nunca había oído hablar y en estado febril, acariciando la inconsciencia, pude reconciliarme conmigo misma y atravesar la dimensión de lo tangible, de lo inteligible. No obstante, no logré contener mi fallecimiento, en ese momento desconocía que era una parada más en mi viaje. En ese estado de trance inmediatamente posterior al fallecimiento, apareció la muerte en forma de imperiosa oscuridad y me preguntó por qué no había luchado, por qué no había insistido en aferrarme a la vida, aferrarme a su vida. Esa pregunta me dejó durante un tiempo en un limbo recurrente.

“¿Por qué cuando tomamos la determinación y aceptamos los acontecimientos como vienen, entendiendo al fin que no podemos luchar contra la naturaleza?, ¿por qué? ¿Por qué entonces el antagonista se sale del guión?, ¿por qué? ¿Por qué nos pregunta por qué no hemos luchado?” Quizá porque nunca fue un antagonista certero, quizá porque también ignoraba lo que hay tras la cuarta pared, siempre interpretó el mismo papel, nunca supo trascender de ese macabro disfraz de noche, de esa ceguera voluntaria. Quizá porque algún día, antes de ser muerte, fue mortal y tuvo inquietudes y miedos como cualquier mortal y se preguntó si habría algo después de la muerte. Cuando su trayecto finalizó ahí, no fue capaz de vislumbrar nada más, ésa es la respuesta. Por eso teme que nuestra presencia sólo sirva para rodearse de más muerte. Todavía no sabe que es su día de suerte y que a modo de Mesías le traigo este mensaje: nada vive completamente, nada muere, todo se transforma, todo es un proceso por el cual pasamos sin ser conscientes y que paradójicamente, es en nuestro subconsciente donde debemos tomar conciencia de que nuestra esencia seguirá en movimiento. Siempre que lleguemos a interactuar con esta faceta de nosotros mismos, habremos tomado plena lucidez sobre lo que somos. Durante este proceso de transmutación, alguna de las fuerzas intervinientes ha provocado que vuelva a ti, de otra forma, con un guión distinto, pero que vuelva a estar aquí, frente a ti.