Siempre había soñado con
triunfar, destacar, ser reconocido. El conformismo y la resignación no entraban
en sus planes. Sentía una inexplicable repulsión por las personas que no
luchaban por sus sueños. Aunque visto de otro modo, así se reducía el número de
competidores.
Desde hacía poco tiempo
estaba en primera división, cumpliendo así uno de sus grandes deseos. Su equipo
tenía resultados modestos, pero para eso había llegado él, para que la
trayectoria fuese directa hacia los primeros puestos de la clasificación. Las
comodidades y los lujos se iban instalando en su nueva vida, silenciosos, con
la familiaridad pasmosa del que siempre ha estado ahí.
Un rutinario día de
entrenamiento, cuando se marchaba a casa en su nuevo deportivo, un niño escapó
de la compañía de su padre y corrió hacia el coche gritando su nombre. Decidió
detenerse, sorprendido por esta imagen. Bajó el cristal de la ventanilla,
predispuesto a escuchar algún halago o a firmar un autógrafo.
-
Quería ser como tú de mayor - soltó el chiquillo.
-
¿Y ya no quieres? - esbozó media sonrisa.
-
No sé - contestó con cara de pena. Antes eras especial…ahora llevas el mismo
coche que los demás. Algo se estremeció en su interior y empezó a comprender
que lo que él veía como éxitos, también podían ser fracasos.
Y
fue esa pequeña cosa, la que, en aquel contexto de estrellas y egos, le
convenció de buscar una existencia más sencilla.