Ordinarios,
seguros de sí mismos, charlatanes, intransigentes, cordiales, vehementes,
femeninos, vividores, afectuosos, dudosos, exquisitos…
Cuando
cruzan esa puerta azul oscura, invisible para la mayoría de gente, todos pasan
a ser lo mismo: un cuerpo desnudo, tal y como estaban al llegar al mundo. Dejan
de parecer algo que no son. Todo empieza a verse con más claridad, no hace
falta apenas luz, se trata de otra cosa… Se van despojando de barreras,
caminando en una sola dirección, de regreso al origen primitivo y al lenguaje
universal.
Aquel de
pelo azabache, media melena y barba perfectamente delineada, muestra sus
imperfecciones, su incipiente barriga, su masiva depilación corporal.
Ese
jovencito de facciones armónicas y cuerpo fibroso se avergüenza del escaso
tamaño de su miembro.
Este que ya
no cumple cincuenta, cuya piel se ha dejado ganar por la gravedad, no esconde
su cuerpo.
Ese otro
treintañero de rostro poco agraciado pero torso escultural.
Otro efebo
imberbe, va desprendiéndose del pudor conforme cruza miradas con los demás
iguales.
Aquí son lo
que son, diferentes pero iguales. En la “vida real” cada uno interpreta su
papel:
El moreno
de barba perfecta desborda narcisismo y frivolidad; el jovencito de facciones equilibradas
derrocha seguridad, maneja palabras despectivas, se alimenta con la violencia;
el de mediana edad es frío, tiene experiencia en inhibir sus sentimientos y ha
hecho un máster en virilidad; el de treinta y tantos se muestra divertido y
bromista, pero acumula rencor en su interior; el adolescente está perdido,
superado por los prototipos y ansioso por experimentar cosas nuevas. Parece
avergonzado, pero es una bomba de relojería.
En este
enigmático y sugerente lugar se olvidan de antifaces, máscaras y disfraces. Dejan
a un lado poses forzadas, gestos antinaturales y palabras hipócritas. Pueden
prescindir de todos ellos, relajar sus músculos y a fin de cuentas, dejar de
fingir. Saben lo que quieren, es un verbo sencillo y acotado. Se pueden dar
múltiples posibilidades hasta encontrar la forma de acoplarse perfectamente en
ese juego individual o grupal. El lenguaje es honesto, de fácil comprensión. La
energía fluye libremente sin obstáculos que la limiten. Por fin la vida se
reduce a una sola acción, una única y necesaria operación sin distracciones.
Las
carencias de afecto, los excesos de protección, las inestabilidades mentales,
las frustraciones emocionales, el sufrimiento interminable…Todo colisiona hasta
explotar y se transforma en instantes de pura sinergia e intensa felicidad.
Durante unos instantes, todos y cada uno de esos hombres se reencuentran con un
lugar seguro y confortable donde hallan todo lo que necesitan para vivir y para
ser dichosos. Y tienen consciencia de que esos momentos son fugaces, pero son
reales, como la vida misma. Lo demás es puro show.