domingo, 23 de noviembre de 2014



Ordinarios, seguros de sí mismos, charlatanes, intransigentes, cordiales, vehementes, femeninos, vividores, afectuosos, dudosos, exquisitos…
Cuando cruzan esa puerta azul oscura, invisible para la mayoría de gente, todos pasan a ser lo mismo: un cuerpo desnudo, tal y como estaban al llegar al mundo. Dejan de parecer algo que no son. Todo empieza a verse con más claridad, no hace falta apenas luz, se trata de otra cosa… Se van despojando de barreras, caminando en una sola dirección, de regreso al origen primitivo y al lenguaje universal.
Aquel de pelo azabache, media melena y barba perfectamente delineada, muestra sus imperfecciones, su incipiente barriga, su masiva depilación corporal.
Ese jovencito de facciones armónicas y cuerpo fibroso se avergüenza del escaso tamaño de su miembro.
Este que ya no cumple cincuenta, cuya piel se ha dejado ganar por la gravedad, no esconde su cuerpo.
Ese otro treintañero de rostro poco agraciado pero torso escultural.
Otro efebo imberbe, va desprendiéndose del pudor conforme cruza miradas con los demás iguales.
Aquí son lo que son, diferentes pero iguales. En la “vida real” cada uno interpreta su papel:
El moreno de barba perfecta desborda narcisismo y frivolidad; el jovencito de facciones equilibradas derrocha seguridad, maneja palabras despectivas, se alimenta con la violencia; el de mediana edad es frío, tiene experiencia en inhibir sus sentimientos y ha hecho un máster en virilidad; el de treinta y tantos se muestra divertido y bromista, pero acumula rencor en su interior; el adolescente está perdido, superado por los prototipos y ansioso por experimentar cosas nuevas. Parece avergonzado, pero es una bomba de relojería.
En este enigmático y sugerente lugar se olvidan de antifaces, máscaras y disfraces. Dejan a un lado poses forzadas, gestos antinaturales y palabras hipócritas. Pueden prescindir de todos ellos, relajar sus músculos y a fin de cuentas, dejar de fingir. Saben lo que quieren, es un verbo sencillo y acotado. Se pueden dar múltiples posibilidades hasta encontrar la forma de acoplarse perfectamente en ese juego individual o grupal. El lenguaje es honesto, de fácil comprensión. La energía fluye libremente sin obstáculos que la limiten. Por fin la vida se reduce a una sola acción, una única y necesaria operación sin distracciones.

Las carencias de afecto, los excesos de protección, las inestabilidades mentales, las frustraciones emocionales, el sufrimiento interminable…Todo colisiona hasta explotar y se transforma en instantes de pura sinergia e intensa felicidad. Durante unos instantes, todos y cada uno de esos hombres se reencuentran con un lugar seguro y confortable donde hallan todo lo que necesitan para vivir y para ser dichosos. Y tienen consciencia de que esos momentos son fugaces, pero son reales, como la vida misma. Lo demás es puro show.

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