A
veces descubres que hay personas sorprendentes ahí fuera (quizá en tu ciudad o
en el barrio de al lado), que, como bien dice Ismael Serrano: “te reconcilian
con el mundo”. Porque confiar en los otros y compartir tus sentimientos con
ellos no es fácil, sobre todo es complicado no hacerlo de forma superficial.
Encontrar gente tan diversa que pueda converger en un punto no sucede todos los
días.
Personas
cuya curiosidad sea una forma de vida; personas sabias, reflexivas, emotivas;
personas que sean con el sentido del humor; personas generosas porque sí;
personas sin dobleces, transparentes (como una capa de Photoshop); gente con dificultades, que se choca con sus muros pero
sigue adelante; gente flexible, moldeable (a pesar de las arrugas de su piel o
de los días que llevan a la espalda); gente misteriosa, sensual, que se va como
llegó (sin hacer ruido) pero tú te quedas con la certeza de que fueron reales;
personas divertidas, charlatanas, que te contagian la risa y juntas os volvéis
unas mamarrachas; personas que viven como quieren y quieren a su manera; gente
estrambótica, que no deja tu atención indiferente; personas espabiladas,
inteligentes incluso; individuos potencialmente artistas, que sin entender
cómo, pueden pasarte desapercibidos; gente magnética, absorbente, con estilo
propio y personalidad arrolladora; personas interesantes; personas buenas;
personas combativas, valientes, que te retan, te envuelven en la batalla y te
mejoran a ti mismo;
Individualidades
sin las cuales esto habría sido un curso más. No obstante, ha sido una
experiencia súper enriquecedora y muy excitante, porque cada día era
intrigante, caótico y tremendamente productivo.
El
individuo que ejercía de profesor… creo que ya sabe cuánto le aprecio. Y el
resto de vosotros, individuales, ya sabéis dónde encontraros en estas líneas.
Muchas gracias por ayudarme a crecer como persona.
Patri.
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