martes, 25 de noviembre de 2014

Individuales

A veces descubres que hay personas sorprendentes ahí fuera (quizá en tu ciudad o en el barrio de al lado), que, como bien dice Ismael Serrano: “te reconcilian con el mundo”. Porque confiar en los otros y compartir tus sentimientos con ellos no es fácil, sobre todo es complicado no hacerlo de forma superficial. Encontrar gente tan diversa que pueda converger en un punto no sucede todos los días.

Personas cuya curiosidad sea una forma de vida; personas sabias, reflexivas, emotivas; personas que sean con el sentido del humor; personas generosas porque sí; personas sin dobleces, transparentes (como una capa de Photoshop); gente con dificultades, que se choca con sus muros pero sigue adelante; gente flexible, moldeable (a pesar de las arrugas de su piel o de los días que llevan a la espalda); gente misteriosa, sensual, que se va como llegó (sin hacer ruido) pero tú te quedas con la certeza de que fueron reales; personas divertidas, charlatanas, que te contagian la risa y juntas os volvéis unas mamarrachas; personas que viven como quieren y quieren a su manera; gente estrambótica, que no deja tu atención indiferente; personas espabiladas, inteligentes incluso; individuos potencialmente artistas, que sin entender cómo, pueden pasarte desapercibidos; gente magnética, absorbente, con estilo propio y personalidad arrolladora; personas interesantes; personas buenas; personas combativas, valientes, que te retan, te envuelven en la batalla y te mejoran a ti mismo;

Individualidades sin las cuales esto habría sido un curso más. No obstante, ha sido una experiencia súper enriquecedora y muy excitante, porque cada día era intrigante, caótico y tremendamente productivo.

El individuo que ejercía de profesor… creo que ya sabe cuánto le aprecio. Y el resto de vosotros, individuales, ya sabéis dónde encontraros en estas líneas. Muchas gracias por ayudarme a crecer como persona.

Patri.

domingo, 23 de noviembre de 2014



Ordinarios, seguros de sí mismos, charlatanes, intransigentes, cordiales, vehementes, femeninos, vividores, afectuosos, dudosos, exquisitos…
Cuando cruzan esa puerta azul oscura, invisible para la mayoría de gente, todos pasan a ser lo mismo: un cuerpo desnudo, tal y como estaban al llegar al mundo. Dejan de parecer algo que no son. Todo empieza a verse con más claridad, no hace falta apenas luz, se trata de otra cosa… Se van despojando de barreras, caminando en una sola dirección, de regreso al origen primitivo y al lenguaje universal.
Aquel de pelo azabache, media melena y barba perfectamente delineada, muestra sus imperfecciones, su incipiente barriga, su masiva depilación corporal.
Ese jovencito de facciones armónicas y cuerpo fibroso se avergüenza del escaso tamaño de su miembro.
Este que ya no cumple cincuenta, cuya piel se ha dejado ganar por la gravedad, no esconde su cuerpo.
Ese otro treintañero de rostro poco agraciado pero torso escultural.
Otro efebo imberbe, va desprendiéndose del pudor conforme cruza miradas con los demás iguales.
Aquí son lo que son, diferentes pero iguales. En la “vida real” cada uno interpreta su papel:
El moreno de barba perfecta desborda narcisismo y frivolidad; el jovencito de facciones equilibradas derrocha seguridad, maneja palabras despectivas, se alimenta con la violencia; el de mediana edad es frío, tiene experiencia en inhibir sus sentimientos y ha hecho un máster en virilidad; el de treinta y tantos se muestra divertido y bromista, pero acumula rencor en su interior; el adolescente está perdido, superado por los prototipos y ansioso por experimentar cosas nuevas. Parece avergonzado, pero es una bomba de relojería.
En este enigmático y sugerente lugar se olvidan de antifaces, máscaras y disfraces. Dejan a un lado poses forzadas, gestos antinaturales y palabras hipócritas. Pueden prescindir de todos ellos, relajar sus músculos y a fin de cuentas, dejar de fingir. Saben lo que quieren, es un verbo sencillo y acotado. Se pueden dar múltiples posibilidades hasta encontrar la forma de acoplarse perfectamente en ese juego individual o grupal. El lenguaje es honesto, de fácil comprensión. La energía fluye libremente sin obstáculos que la limiten. Por fin la vida se reduce a una sola acción, una única y necesaria operación sin distracciones.

Las carencias de afecto, los excesos de protección, las inestabilidades mentales, las frustraciones emocionales, el sufrimiento interminable…Todo colisiona hasta explotar y se transforma en instantes de pura sinergia e intensa felicidad. Durante unos instantes, todos y cada uno de esos hombres se reencuentran con un lugar seguro y confortable donde hallan todo lo que necesitan para vivir y para ser dichosos. Y tienen consciencia de que esos momentos son fugaces, pero son reales, como la vida misma. Lo demás es puro show.

Gotas de vino salpicaban su cuello

Aunque he tenido el blog muy parado (es cierto), vuelvo con energías renovadas. He pasado unos meses realizando un curso que me ha exprimido la creatividad, así que me parece justo compartir algo de lo que he creado en el mismo. Empezaré con algo erótico.


Esa noche había salido a perderse por las calles de la urbe, cegada por la ira y el desengaño. En unas horas su vida se había desbaratado, pero ya no era una adolescente, no estaba dispuesta a malgastar sus lágrimas tendida en la cama. Caminaba con la mirada turbia y la mente más vacía que nunca, seguramente había colapsado.
Abrió la puerta de un bar cualquiera y le pareció que en su interior también era de noche. La decoración era oscura, un tanto tétrica, y todos los individuos que se encontraban allí vestían de negro, excepto ella. Le pareció un lugar apropiado, desde ese momento estaría de luto. A parte de eso, sólo le interesaba ingerir algo muy fuerte, que le quemara la garganta y le dejara el corazón hecho cenizas. De un lingotazo se bebió un chupito de absenta, y luego otro, después se detuvo más serena, a observar con más detenimiento lo que había a su alrededor. No muy lejos de ella, captó su atención un tipo de pie, que se apoyaba en la barra con aire de suficiencia. Además de vestir de oscuro, una capa de terciopelo le caía por la espalda, hecho que llenó de curiosidad a Beca. El hombre esbozó una sonrisa de medio lado y ella hizo lo mismo, instintivamente.
Dos horas después, se hallaba en una habitación tan oscura como el bar anterior, alumbrada tan sólo por un par de velas. El hombre de la capa la tumbó en su cama, mientras Beca se dejaba hacer. De cerca resultaba más guapo. Rostro algo pálido, aunque muy terso, casi como el de un niño. Pero él no era ningún niño. Pelo engominado hacia atrás, ojos excesivamente brillantes y negros, como el luto que llevaba ella desde aquella noche. El hombre misterioso se despojó de su capa, de su camisa negra, mostrando un torso musculado y pálido como su propio rostro. Poco después detuvo el cortejo para llenar dos copas de vino tinto, rojizo. Hablaba poco, solamente para pronunciar las palabras necesarias, o el nombre de Beca, como en esta ocasión. Su voz era muy grave y varonil, parecía de ultratumba. Ella estaba magnetizada por ese peculiar caballero que parecía calcular cada uno de sus movimientos con precisión de relojero. Eso la excitaba, y mucho, hacía tiempo que no experimentaba un ritual de apareamiento similar.
Beca sintió como aquel caballero apuesto volcaba la copa de vino sobre su cuello, provocando que un reguero se deslizara hasta su escote y bajara rápidamente hasta alcanzar su ombligo y otros lugares insospechados. Eso la excitó con más intensidad.
- Parece sangre - susurró él con la mirada muy fija, al tiempo que sonreía mostrando unos prominentes colmillos.
- ¿Eres un vampiro? - preguntó Beca con la voz entrecortada.
Entonces, el hombre lamió las gotas de vino que salpicaban su cuello y mordió con intensidad.

Ella profirió un grito de dolor y placer. Al fin había encontrado al chupasangre que se merecía.