¡Qué formas tan distintas tiene el amor!
He de reconocer que estaba equivocada.
Ya antes suponía que la edad no importaba,
pero el objeto de deseo
contradice otra vez a la razón.
Será que me atraen las formas abstractas
y las sinuosas curvas de la personalidad,
pese a que pueda contradecir mi realidad
que se deleita con facciones exactas.
Y es que hay muchas formas de belleza:
la física es la que rige el mundo,
que se mueve por la apariencia
y se inclina ante la presencia.
Es la que entra por los ojos
y la que primero destaca en ellos.
Después brilla en los rostros
y se completa en los cuerpos.
La belleza interior
se escapa a los sentidos
y a la vez los embriaga
con un flechazo traidor.
Ante ella no hay defensa,
tampoco tendrá compasión,
sino que cruzará los límites,
destruirá los cánones
y romperá las murallas
hasta llegar al corazón.
Con sólo una mirada,
un viaje al interior,
encontrando el reflejo
del verdadero amor.