lunes, 21 de marzo de 2011

Alzheimer

   Sí, ya sé que tengo fijación con la memoria, no lo puedo evitar. Y es que si nos paramos a pensar, la memoria lo es todo. Es verdad que en ocasiones nos puede provocar mucho sufrimiento el hecho de rememorar ciertas cosas. Se puede sufrir hasta el extremo de desear no recordar, pues el olvido es el único alivio. Pero, ¿de verdad queremos olvidar? Porque los recuerdos nos ayudan a aprender de las vivencias y a saber que el sufrimiento no fue en vano, pues nos sirvió para crecer personalmente. Lo más difícil es no dejarnos absorver por el recuerdo, sino modelarlo a nuestro antojo. Lo que quiero decir es que a veces los recuerdos nos pueden causar traumas, y sortearlos antes de que se forjen en nosotros puede convertirse en una difícil tarea. No pretendo ser pesimista, todo lo contrario, quiero transmitiros que somos unos afortunados por tener una memoria sana.
   Se me parte el alma cuando me doy cuenta de que algunas personas van perdiendo la salud y la memoria en una carrera a contra reloj. ¿Hay algo más injusto que olvidar toda una vida como si de una cámara de usar y tirar se tratara? Claro que puede haberlo, hay enfermedades horribles, pero el alzheimer... a mí me provoca una particular impotencia. Es tan indigno que alguien pierda la noción del tiempo, del lugar, de las cosas, de todo. Que salga a la calle y camine sin rumbo, puesto que lo olvidó un instante después de recordarlo. Que se dirija a un bar y mendigue un café, porque en su casa no tiene dinero. Tal vez no sabe dondé lo dejó, o tal vez es su familia la que se lo está guardando. Probablemente lo lleve en el bolsillo o en el bolso.
   Empezando por los los quehaceres cotidianos, los cuales no podrá hacer con el tiempo y, sin saberlo, se convertirá en una carga para sus familiares. Suponiendo que tenga la suerte de tenerlos y de que se porten bien con él o ella. Pero casi más doloroso es no tener noción de su propia persona, de la que es en el presente y la que fue en el pasado. De cómo fue su niñez y su juventud, de que trabajos desempeñó. Tal vez fue un importante político, o una entrañable maestra, o un gran médico, o una estupenda ama de casa, pero eso se va borrando de su mente y el libro de su vida parece que retrocede, anulando su propia historia. Tendrá momentos de lucidez, pero éstos irán menguando, al igual que sus facultades. Para mayor desgracia de quien padece la enfermedad, además de las facultades psíquicas, también empeoran las físicas como el lenguaje y la ejecución de movimientos.
  Por suerte, va creciendo la esperanza en torno a la enfermedad. Los científicos están trabajando con una vacuna preventiva que en pocos años puede ser una realidad.
   Deberíamos solidarizarnos con esas personas que padecen alzheimer y aprender a ser más comprensivos con ellos. Ahora podemos alegrarnos de tener una memoria sana, porque es un gran tesoro.

2 comentarios:

  1. Hola Patricia,
    me ha gustado bastante lo que has escrito sobre el alzheimer, pues me siento muy identificado con el tema ya que mi madre posee dicha enfermedad, siendo encima tan joven. La verdad es que lo he pasado muy mal. El lunes de 28 marzo cumple 59 años.
    Besos,
    Javier

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  2. Lo primero, felicidades para tu madre.
    Vaya, la verdad es que yo lo he escrito un poco a ciegas, porque no lo vivo de cerca. Me ha impresionado mucho saberlo. Aunque no sirva de mucho, cuenta con mi apoyo.
    Un beso.

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