Bésame con tu boca
de néctar,
penétrame con tu
honda mirada,
desvísteme con la
fragancia que te viste.
Recuérdame que eres
tú:
la misma que me
enamoró
con un flechazo
adolescente,
la que me recibió
con su cálida risa
y polarizó mi
sonrisa.
Hazme llorar
mientras inoculas en
mi cuerpo
un placer
dependiente
y derrites despacio
mi frialdad
resistente.
Desnúdame de todas
las capas
que integran mi
escudo
y enséñame a
quererte de nuevo.
Enséñame a quererte
cuando dueles,
enséñame a quererte
cuando eres extraña.
Enséñame a entender
que has querido a
otras,
que otras te rozaron
y te rociaron con
sus salivas.
Enséñame a aceptar
el rencor,
a superar el
desamor.
Convénceme de que
aún puedo quererte
pese a que ya me
resigné a olvidarte.
Engáñame:
dime que las
segundas oportunidades
en primavera
florecen,
que siempre fueron
mejores
las segundas partes.
Cautívame con tu
mueca seductora,
enciéndeme con tu
pasión embaucadora,
atrápame en tu
telaraña
como una viuda
negra.
Tan sólo bésame.
Y luego, engáñame.
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