jueves, 14 de marzo de 2019

Fragilidad



Cómo cambia todo en un día,
en un momento, en un instante.
Cómo se transforma,
como la vida misma…

Y nos queda grande.

Te queda grande porque te adentraste
tras un resquicio de luz
y terminaste deslumbrada.

Me queda grande porque venía
de un tranquilo desierto,
pero desconocía que la sed
me haría depender de tu agua.

Y nos autoengañamos.

Te autoengañaste al pensar
que la luz te curaría
y ya empezabas a ser
una persona nueva.

Me autoengañé porque
creí estar haciendo simple,
lo que siempre
había sido complejo.

Sigo adoleciendo de
las mismas carencias,
con mi talón de Aquiles
en el mismo lugar.

Ahora se me antoja difícil
emerger desde esta oscuridad.

El miedo me alienta a ascender
lo más rápido posible,
aunque no sé si puedo
alcanzar la superficie.

Una especie de bruma,
de marea revuelta,
me impide ver con claridad.

Un tipo de anestesia
en el alma
para así sobrellevar:

Un dolor que te ve,
un recuerdo que me trae
tu olor, tu risa,
tu belleza, tu boca.

El calor de la primavera
se lleva también tu frío.
Sabes bien que este tren
sólo pasaba una vez.

Lo nuestro es más el avión,
las distancias largas,
“los finales que merecen una historia”
y se conforman con poemas.

La foto de aquel último abrazo,
el yo también te quiero
que aún resuena en mis oídos.

Me traje todo tu amor en mí,
ojalá te hubieras quedado un poco.

Menos mal que también regresé
con algo de mi amor,
para así componer de nuevo
la firme mecánica
de este frágil corazón.

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